Hoy vengo a contarles sobre cómo vivimos la Expo Prado este año. En pocas palabras: fue un torbellino.
Todo empezó una semana antes de que se inaugurara la edición 2021, en que recibimos una invitación para integrar un pabellón. Y claro, uno primero dice que sí y después ve con qué cuenta.
Así que en esa semana empezamos a dirigir todos nuestros esfuerzos hacia el abastecimiento para aprovechar al máximo esta oportunidad, que uno nunca sabe cuándo se vuelve a presentar.
Fueron 10 días muy intensos, de un tiempo espectacular y jornadas muy largas (casi siempre hice todo el horario yo, un par de veces me pude escapar a recorrer mientras Santiago atendía), pero también muy productivos. Para mí fue una alegría ver el interés del público, la buena recepción que tuvieron con nosotros y lo que teníamos para ofrecer.
Tengo que mencionar también que el contacto fugaz que tuve con la vida en el campo me hizo recuperar un sentido de pertenencia y de unidad nacional que hacía mucho no experimentaba al estar tan absorta sin levantar la cabeza de mis asuntos. Creo que varios pueden identificarse con esto que digo.
También conocí gente muy interesante, tanto desde el punto de vista humano como del profesional. Vi cosas preciosas en exhibición por todos lados. Los animales que vi de cerca, impactantes. No recuerdo haber visto ejemplares tan espectaculares (bueno, allí se concentran los mejores del país).
Realmente me sentí muy a gusto, fue una experiencia muy positiva y que encantada repetiría.
Y ustedes, ¿van todos los años? ¿Alguno de mis lectores nos conoció allí?