Después de un par de días en la misa y en la procesión, vuelvo a la escritura… Ya generamos suspenso en abundancia.
Recapitulando: se terminaban los ahorros y había que decidir si cerrar o seguir.
Hay algo que no dije antes y es que yo siempre hice lo que me diera la gana a mí, sin escuchar opiniones. Con el tiempo fui aprendiendo que hay que escuchar a algunas personas porque saben más. Por eso, a la hora de emprender me obligué a cambiar mi postura, y a recibir consejos ajenos pues sabrían más. Como además no tengo término medio, lo que hice fue ahogar mis instintos con una almohada.
Así que en esta disyuntiva había que hacer algo distinto… pensé en abrir al público, pero ahí el coro de iluminados me dijo que era un esfuerzo vano porque mi local no está en una avenida y que no iba a tener visibilidad (realmente no me asustaba, pero en fin…). Que mejor buscara algo con más exposición. Después de darle vueltas al asunto, podía funcionar. Estaban por abrir un “shopping” en el Barrio Reus y quedaba una isla muy bonita en el piso de arriba, me quedaba a tres cuadras de casa… ¡Era una señal! Por algo todo salía con tanta fluidez.
Allá fuimos, pagamos el contrato con el colectivo de nuestro casamiento… y empezamos. Es cierto que entraba poca gente, pero estaba recién abierto; con el tiempo detectamos mucha negligencia, desidia, locales que se iban y no pasaba nada… Y desde la propia administración hacían cosas que ahuyentaban a la gente. La verdad que si no fuera por mi gran amiga Silvita, que conocí allí, habría tirado la chancleta mucho antes. Entre las dos nos las arreglamos para estar al día, ferias y pérdidas mediante. Inventamos y aprendimos mucho una de la otra.
El día en que me rendí con ese local fue cuando me robaron la computadora de abajo del mostrador. En los videos de las cámaras se ve al sinvergüenza colgado de ahí revoleando las patitas en el aire. Se la llevó sin cargador, así que espero que cuando la haya enchufado se quedara pegado.
Al final, los locales de planta alta logramos rescindir (así que allí se fue toda la cosecha de fin de año). Otra vez había que empezar de cero: ¿seguimos o empezamos a imprimir currículum?
¿Qué habrían hecho en una situación como esta?